La enfermedad social
“Nosotros no teníamos ninguna razón para sospechar que algún otro incidente sucediera después de lo ocurrido”, dijo el presidente de la Universidad de Virginia, Charles W. Steger, en declaraciones publicadas por The New York Times.
De esta manera, Steger justificó ante la prensa lo que en todos los medios de Estados Unidos se ha convertido en un señalamiento escandaloso: ¿por qué policías y autoridades esperaron dos horas para impedir que el joven Cho Seung Hi, de 23 años, tomara su tiempo y culminara la peor masacre estudiantil en Estados Unidos, con 32 muertos y más de 30 heridos?
La negligencia de las autoridades y cuerpos policiacos responsables de la seguridad de los estudiantes en el campus universitario, representa uno de los lados más escabrosos de la masacre en Virginia: la tremenda indiferencia ante la vida y la “normalización” de la violencia armada en una sociedad como la norteamericana, que vive inmersa en una espiral de odio y miedo intensos que, lejos de humanizarla, la han convertido en un rehén de la muerte fácil, que se traslada de los videojuegos a la realidad, de las películas “de culto”, como Terminador, a la pesadilla de masacres como las de Virginia y bombazos, como el de Timothy Mc Veight que, de golpe, mató a 168 personas.
La otra cara de la moneda es lo que cadenas estadunidenses, como CNN, CBS y NBC, subrayaron en su maratónica cobertura de este martes: el joven de origen sudcoreano compró por sólo 570 dólares, en sólo un minuto y sin ninguna dificultad legal, el arma que le permitió disparar a mansalva a colegas y profesores, sin ningún motivo explícito más que la sospecha de un resentimiento y un desorden mental dignos de una pesadilla dostoievskiana.
Fue necesario que ocurriera otra hecho de las dimensiones de Virginia para que la propuesta central de Moore volviera a tomarse en cuenta: es necesario poner límites a la comercialización excesiva de las armas. Algo mucho más dañino y destructor para la propia sociedad norteamericana que el “eje del mal” inventado por George W. Bush para invadir Afganistán e Irak. Ese culto a las armas ha cobrado en Estados Unidos, sólo entre 1979 y 2002, un total de 95 mil 760 vidas de niños y adolescentes que fallecieron después de heridas provocadas por pistolas, rifles y ametralladoras.
De esta manera, Steger justificó ante la prensa lo que en todos los medios de Estados Unidos se ha convertido en un señalamiento escandaloso: ¿por qué policías y autoridades esperaron dos horas para impedir que el joven Cho Seung Hi, de 23 años, tomara su tiempo y culminara la peor masacre estudiantil en Estados Unidos, con 32 muertos y más de 30 heridos?
La negligencia de las autoridades y cuerpos policiacos responsables de la seguridad de los estudiantes en el campus universitario, representa uno de los lados más escabrosos de la masacre en Virginia: la tremenda indiferencia ante la vida y la “normalización” de la violencia armada en una sociedad como la norteamericana, que vive inmersa en una espiral de odio y miedo intensos que, lejos de humanizarla, la han convertido en un rehén de la muerte fácil, que se traslada de los videojuegos a la realidad, de las películas “de culto”, como Terminador, a la pesadilla de masacres como las de Virginia y bombazos, como el de Timothy Mc Veight que, de golpe, mató a 168 personas.
La otra cara de la moneda es lo que cadenas estadunidenses, como CNN, CBS y NBC, subrayaron en su maratónica cobertura de este martes: el joven de origen sudcoreano compró por sólo 570 dólares, en sólo un minuto y sin ninguna dificultad legal, el arma que le permitió disparar a mansalva a colegas y profesores, sin ningún motivo explícito más que la sospecha de un resentimiento y un desorden mental dignos de una pesadilla dostoievskiana.
Fue necesario que ocurriera otra hecho de las dimensiones de Virginia para que la propuesta central de Moore volviera a tomarse en cuenta: es necesario poner límites a la comercialización excesiva de las armas. Algo mucho más dañino y destructor para la propia sociedad norteamericana que el “eje del mal” inventado por George W. Bush para invadir Afganistán e Irak. Ese culto a las armas ha cobrado en Estados Unidos, sólo entre 1979 y 2002, un total de 95 mil 760 vidas de niños y adolescentes que fallecieron después de heridas provocadas por pistolas, rifles y ametralladoras.
Fuente: proceso.com.mx
posted by SiGen @ 9:27 a.m.
3 comments
3 Comments:
Y pero lo que me da colera es que se mofen de que el es de otra nacionalidad y nada que ver, el era estadounidense como cualquier otro.... Ahora resulta que no! Solo por nacer en otro país, y desde hace cuando años vive en USA
Y eso de la comercializacion de armas si que es fatal, y se empieza desde el hogar cuando le compran pistolitas de juguete a los chiquillos, Ay ta!
Saludos
Pues eske esparte de un todo en la sociedad gringa, yo no creo que se apor una enfermedad, mas bien el pinchie estilo de vida de ellos y las presiones sociales que acarrea la sociedad del consumo y otras gringadas mas.
cito:
se sienta a la mesa y escribe
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán
no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos
ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera a la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
se sienta a la mesa y escribe
no sé, leia tu blog, salió esa cancion, y en mi mente retorcida creo que la cancion, por si misma, deja un comentario (?)
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